Las personas facilitadoras como catalizadoras del vínculo
Las personas facilitadoras del programa FRIEND —ya sean profesionales o voluntarias— desempeñan un papel fundamental en la promoción de interacciones sociales significativas y en la lucha contra la soledad en personas mayores. Su eficacia no depende únicamente de su formación académica, sino de cualidades interpersonales como la empatía, la compasión, las habilidades comunicativas y la creencia genuina en el valor de la amistad y del envejecimiento activo.
Selección inclusiva y cuidadosa
La selección de personas facilitadoras debe gestionarse cuidadosamente para asegurar su alineación con los valores del programa. Entre las estrategias recomendadas se incluyen el análisis de trayectorias profesionales y de voluntariado, la realización de sesiones de prueba durante la formación, y el fomento del rol de personas facilitadoras entre pares, lo que favorece la identificación y la confianza dentro del grupo. La diversidad de edades y trayectorias, incluyendo la participación de personas mayores voluntarias, enriquece la experiencia de facilitación.
Formación y preparación fundamentales
Completar la formación oficial del programa FRIEND es un requisito clave. Esta formación proporciona a las personas facilitadoras el conocimiento de los objetivos del programa, la estructura de las sesiones y las técnicas de facilitación, además de permitirles vivir la experiencia desde la perspectiva de quienes participan. Una buena preparación es esencial para una facilitación efectiva.
Equilibrio de roles y dinámicas grupales
La facilitación efectiva se basa en la neutralidad, la orientación (no la dirección) y la promoción de la participación compartida dentro del grupo. Es responsabilidad de quienes facilitan mantener un entorno de apoyo, seguro e inclusivo, gestionar las dinámicas con sensibilidad y garantizar una participación respetuosa y productiva a lo largo de las sesiones.
Manejo cuidadoso de situaciones sensibles
Las personas facilitadoras deben estar capacitadas para abordar revelaciones emocionales, conflictos o temas difíciles con asertividad, empatía y escucha activa. Es fundamental crear un espacio psicológicamente seguro, validar las emociones y ofrecer formas flexibles de participación (por ejemplo, conversaciones individuales o contribuciones escritas) para mantener la confianza y la cohesión grupal.
Creación de un entorno acogedor y centrado en la persona
El tono del programa debe ser informal, cálido y reflejar las experiencias vividas por las personas participantes —no clínico ni excesivamente estructurado—. Las personas facilitadoras deben adaptarse al contexto cultural local y asegurar que cada persona se sienta escuchada, valorada y empoderada, utilizando materiales y lenguaje inclusivos.
Estrategias para la incorporación y permanencia de personas mayores
Las estrategias de incorporación deben combinar alianzas comunitarias, derivaciones desde el ámbito sanitario, difusión en medios de comunicación y participación entre pares. La permanencia se fortalece mediante la construcción de relaciones, la atención personalizada, la accesibilidad (por ejemplo, transporte, horarios adecuados) y actividades sociales regulares que favorezcan el disfrute y la conexión.
Integración de elementos sociales e intergeneracionalesLa inclusión de oportunidades para la socialización y el encuentro intergeneracional —como juegos, arte o narración de historias— refuerza la motivación de quienes participan y favorece un mayor sentido de comunidad. Estas experiencias promueven la comprensión mutua y contribuyen a una participación significativa y sostenida.