Las relaciones sociales operan en múltiples niveles, cada uno desempeñando un papel distinto en la configuración del bienestar social de una persona. Además, la forma en que cada individuo define y experimenta el concepto de amistad varía y suele evolucionar a lo largo de las diferentes etapas de la vida (Matthews, 1986). Berkman et al. (2000) propusieron un modelo integral de redes sociales y salud, identificando varias dimensiones de las relaciones sociales:
1. Vínculos íntimos: incluyen relaciones familiares cercanas y parejas íntimas. Se caracterizan por una alta intensidad emocional, reciprocidad y frecuencia de contacto. Estas relaciones suelen proporcionar el apoyo emocional y práctico más sólido.
2. Vínculos relacionales: incluyen amistades cercanas y familiares extendidos. Aunque no tan intensos como los vínculos íntimos, estos lazos ofrecen un importante apoyo emocional y pueden ser clave para mantener la identidad social y la autoestima.
3. Vínculos débiles: son conexiones con conocidos, colegas y miembros de la comunidad. Aunque menos intensos emocionalmente, los vínculos débiles pueden ser valiosos para el intercambio de información, la influencia social y para proporcionar un sentido de pertenencia comunitaria.
4. Participación social: implica involucrarse en actividades comunitarias, trabajo voluntario u organizaciones religiosas. Este tipo de participación puede aportar un sentido de propósito e integración en la comunidad.
5. Compromiso social: se refiere al desempeño de roles sociales significativos, como ser empleado, padre/madre o líder comunitario. Estos roles contribuyen a la identidad social y al sentido de valía personal.
En otro estudio realizado por Policarpo (2015), se identificaron cuatro significados principales que atribuimos a la amistad orientados a: la familia, la confianza, al yo y a la presencia.
La categoría orientada a la familia entiende la amistad como una extensión de las relaciones familiares, incluyendo a personas con las que se tienen vínculos que adquieren una dimensión institucional, como cónyuges, hijos, padres o abuelos. Ejemplos incluyen afirmaciones como: “mis hijos y mi marido”, “mi familia” o “es como un hermano”.
La categoría orientada a la confianza centra la amistad en la confianza como elemento definitorio, sin implicar necesariamente un apoyo incondicional o lazos familiares. Ejemplos de esta perspectiva son: “alguien en quien confío completamente”, “alguien en quien siempre puedo confiar” o “alguien a quien le confiaría a mi hijo”.
La categoría orientada al yo define la amistad como un medio de autoexpresión y apoyo personal, destacando el papel del amigo como facilitador de la auto-revelación, la reflexión personal y el refuerzo emocional. Ejemplos incluyen: “alguien que sabe tanto de nosotros como nosotros mismos”, “alguien a quien le cuento todo / cosas que no cuento a nadie más” o “alguien que nos apoya incondicionalmente”.
La categoría orientada a la presencia describe la amistad como presencia constante y fiabilidad, destacando el estar disponible en la vida cotidiana y en los momentos importantes. Ejemplos de ello son: “alguien que está en los buenos y malos momentos” o “alguien que está siempre que lo necesitamos”.