El o la facilitadora FRIEND es una persona, profesional o voluntaria, que valora la amistad y la reconoce como una estrategia para combatir la soledad y superar la exclusión social que puede surgir en la etapa avanzada de la vida. Aunque el programa FRIEND se origina a partir del FEP holandés, que fue impartido por profesionales clínicos, la ambición de FRIEND es que pueda ser implementado por muchas otras personas, independientemente de sus cualificaciones. No obstante, sería beneficioso contar con experiencia en intervención social, conocimiento sobre temas relacionados con el envejecimiento y buenas habilidades de comunicación. Además, se requiere un buen nivel de empatía y compasión, conectando con las experiencias y desafíos de las personas mayores, y la capacidad para ofrecer ánimo y apoyo emocional cuando sea necesario.
Las habilidades esenciales de un o una facilitadora (Figura 2), según se concluyó en 15 grupos focales con profesionales de Italia, Portugal, Países Bajos, España y Polonia, son:

Dado que las competencias de profesionales y voluntarios pueden variar significativamente, es fundamental asegurar una selección cuidadosa de los/as facilitadores/as. Esto es esencial para garantizar que el programa FRIEND sea implementado por personas que posean el perfil y las habilidades adecuadas para el rol. Se recomiendan varias estrategias para guiar el proceso de selección:
Para fomentar la participación de voluntarios/as como facilitadores FRIEND, se pueden aplicar estrategias adicionales:
Se recomienda además que todas las sesiones FRIEND dirigidas a personas mayores cuenten con dos facilitadores/as. Idealmente, esta dupla debería estar compuesta por profesional y voluntario/a. Esta combinación no sólo equilibra la experiencia y la identificación, sino que también contribuye a crear un ambiente de apoyo, bien gestionado e inclusivo para el grupo.
En cuanto a las responsabilidades, el/la facilitador/a FRIEND debe tener un conocimiento profundo de los materiales del programa, la estructura y contenido de las distintas sesiones, así como de los objetivos y resultados específicos que se pretenden alcanzar. Por ello, se valora que completen la formación “Train the Trainers” bajo un enfoque más inmersivo. Además de los recursos que ayudan a familiarizarse con los conceptos y contenidos clave (que pueden transformarse en materiales accesibles), una sesión inmersiva e interactiva les permite experimentar personalmente las actividades y dinámicas de grupo. Participar primero como aprendices antes de asumir el rol de facilitadores les capacita mejor para conducir las sesiones con confianza y eficacia, responder a las necesidades de los participantes y adaptar la metodología según el contexto. El/La facilitador/a FRIEND debe reconocer que su función no es ofrecer un encuentro social meramente informal, sino un proceso de aprendizaje para desarrollar habilidades sociales.
El rol de los/as facilitadores/as consiste en guiar y apoyar al grupo para trabajar colaborativa y eficazmente, sin convertirse en la figura central. Su objetivo es crear un ambiente seguro e inclusivo donde todos los participantes se sientan motivados a contribuir. Ayudan a mantener el enfoque, gestionar las dinámicas grupales, promover el liderazgo compartido y asegurar que las discusiones se mantengan en el tema. Participan como iguales, no como figuras de autoridad, y ofrecen apoyo mediante preguntas, aclaraciones e intervenciones puntuales en caso de conflictos. También garantizan la documentación de las actividades del grupo. En general, el/la facilitador/a empodera al grupo para avanzar de forma autónoma mientras mantiene una atmósfera respetuosa, segura y productiva (Rahman, 1994).
En términos prácticos, el/la facilitador /a FRIEND es quien planifica las sesiones, organiza el material, dirige las actividades y contribuye a la evaluación. Dependiendo de los recursos y las colaboraciones existentes, puede ser una persona que haga todo o puede contar con apoyos de otras entidades, como evaluadores externos.
Un facilitador adecuado reconoce y respeta la diversidad en el envejecimiento, valorando todo tipo de experiencias. Asume que las personas mayores participantes son expertas en relaciones sociales gracias a su “vida de experiencia”. Además, cree en el potencial de la longevidad y en la contribución de las personas a medida que envejecen, defendiendo la autodeterminación y el empoderamiento como objetivos a largo plazo (Stevens, 2001). Esta perspectiva influye en su actitud hacia los participantes y en la paciencia para el tiempo necesario que implica fomentar nuevas relaciones y amistades.